El ciclo pasa el ecuador aunando el descaro de los jóvenes con la solidez creativa de autores como Luis Alberto de Cuenca o Alejandro Roemmers.
El tercer día de la decimonovena edición del Festival Internacional de Poesía de Granada trajo consigo altas dosis de realidad, trufadas, eso sí, por el ensueño de lo vivido y el deseo del porvenir. El encuentro intergeneracional, sin complejos, que cada año lleva consigo este evento, enriquece sin duda la percepción de los asistentes en torno al concepto del verso, lo canónico y lo heterodoxo, la forma de entender la expresión y el ritmo que atesoran los grandes maestros y el descaro, en la mayoría de los casos no exento de calidad, que ofrecen los jóvenes.
La sesión matutina sirvió para que los asistentes pudieran asistir a un interesante taller de narrativa a cargo de Nerea Riesco. La autora de ‘La ciudad bajo la luna’ o ‘Mitología de Harry Potter’, ambas publicadas en Algaida, compartió con los alumnos sus métodos de escritura, antes de un debate–recital de poetas jóvenes en el que participaron Ángelo Nestore, Maria Gaitán, Sara Martínez Navarro y el nicaragüense William Alexander González, un joven poeta ‘acumulapremios’ que ha ganado en los últimos años el Antonio Carvajal de Poesía Joven (2022) y el Hiperión en este mismo año. Fue un recital vibrante, presentado por Lena Carrilero, y que arrancó múltiples aplausos del auditorio. Un recital internacional donde estuvieron veteranos como Khédija Gadoum y Möez Majed, de Túnez, quienes ya dieron muestras de su calidad en el recital de la tarde del martes, o Jeannette L. Clariond, de México, y el argentino Boris Rozas, sirvió como epílogo a la sesión.
Ya por la tarde, la madera y el terciopelo de la Sala Máxima del Espacio V Centenario acogieron, en primer lugar, una interesante conferencia de Francisco Morales Lomas en torno a cómo se enseña literatura, antes de un recital en el que participaron los poetas jóvenes Guillermo Marco Remón, Andrés María García Cuevas y Marina Casado. El concepto de hogar, el temor hacia el presente y la incertidumbre del futuro, se pasearon por el recital como Casado lo hizo por el Paseo de los Tristes, y cómo no, quedó extasiada ante la contemplación nocturna de la Alhambra. Hubo incluso tiempo para reflexionar sobre la pertinencia o no de juzgar el poema fuera de su contexto; al fin y al cabo, también en poesía, hay que darse tiempo para no detenerse en lo obvio. José Manuel Ruiz fue el moderador de este acto.