Diálogo con el empresario y narrador Alejandro G. Roemmers, quien en “El misterio del último Stradivarius” incursiona en el género detectivesco y la novela histórica.
Cómo el último violín hecho por el lutier Antonio Stradivari termina, 400 años después, en un pueblito de Paraguay, provocando el asesinato de un coleccionista alemán y su hija, es el punto de partida de “El misterio del último Stradivarius” (Planeta) nuevo libro del empresario y escritor Alejandro G. Roemmers, novela que es un cambio con respecto a su obra anterior al mezclar un policial con una novela histórica. Dialogamos con Roemmers antes de que presente su novela en la Feria del Libro.
Periodista: Vargas Llosa confiesa, en el prólogo de su novela, que siempre le llamó la atención como usted podía mezclar inversiones, negocios con literatura.
Alejandro G. Roemmers: Cuando comencé a publicar me preguntaban cómo un hombre de negocios podía escribir poemas. Sorprendía acaso porque en la poesía uno abre su interioridad, su sensibilidad, y en los negocios se maneja con la exterioridad, con el cálculo, tratando de ceder lo mínimo y obtener lo máximo. El gusto por la poesía nació en mí en la infancia Administración de Empresas estudié mucho más tarde. Es interesante que cuando más trabajaba en la empresa, más sentía necesidad de ponerme a escribir. Era como una reacción de equilibrio. Mi gran conquista fue haber logrado unificar ambas cosas. No fue fácil.
P.: ¿Por qué decidió hacer con “El misterio del último Stradivarius” un cambio respecto de su obra anterior y pasar a la novela de aventuras?
A.G.R.: Ser empresario en la Argentina es una aventura. A “El regreso del joven príncipe”, mi primer libro, nunca lo consideré una novela sino un relato de prosa poética. La Presidenta de la Asociación Americana de Poesía me insistía que tenía que escribir novelas porque me gustaba contar historias. Mi vida es una anécdota tras otra. Un día soñé una historia y sentí ganas de contarla. Así surgió “Vivir se escribe en presente”. En cambio, en “Morir lo necesario”, me basé en el caso de un conocido mío, y quise denunciar las consecuencias humanas de la corrupción, lo que produce en quien comete el delito y el desánimo en quienes quieren hacer las cosas bien. En esos libros hubo razones íntimas, en tanto que en “El misterio del último Stradivarius” me propuse hacer algo totalmente diferente.
P.: ¿Cómo se le ocurrió la historia?
A.G.R.: A principios de la pandemia, estando en mi campo en Córdoba, leí en un diario la noticia del asesinato en Paraguay de un coleccionista alemán y su hija, quienes guardan unos violines que valían muchísimos millones de dólares. Pensé en cómo podían haber llegado esos violines al pueblito de Areguá. Así me puse a investigar el posible camino que habría seguido un Stradivarius creado en 1650 en Cremona por el legendario Antonio Stradivari.
P.: Vargas Llosa también dijo que su novela no es policial ni histórica sino de lo que los ingleses llaman “novela de circulación”, relato del recorrido de un objeto. ¿Cómo logró mezclar el destino del violín con la investigación de dos policías paraguayos?
A.G.R.: La parte europea, la del violín, fue más fácil, hay mucha historia y personajes para contar. El gran desafío fue la parte de Paraguay, en una zona que desconozco. La idea fue que las dos tramas avanzaran alternativamente. Consulté mucho para que los personajes paraguayos tuvieran su peso, dado que del otro lado estaban Casanova, Verdi, Puccini, el fascismo, el holocausto, los nazis por acá. No seguí los hechos reales, deje volar la imaginación. Johan von Bulow, el alemán coleccionista y lutier, y su hija Diana, tienen que viajar a Europa y los cuidadores de la casa ven los violines y se enteran de su valor. Incendian la casa para justificar la desaparición de esos instrumentos de cuerda, porque allí había otros y muchas obras de arte. Después los ladrones se enteran que sin los certificados de autenticidad no pueden vender el violín más valioso. A los paraguayos, el comisario que investiga y el sargento que le ayuda, se le dieron su atractivo, humor, traición, problemas familiares.
P.: ¿Cómo fue que Vargas Llosa prologò la novela?
A.G.R.: Hubo un primer borrador donde la novela era otra, se iba a llamar “Los violines malditos”, que eran violines que traían mala suerte y se contaban los casos en los que había la maldición había ocurrido. Sentí que esa historia se oponía a la actitud espiritual y religiosa que me había llevado a hacer el musical “Franciscus”. Arranqué de nuevo. Cuando tuve una versión de “El misterio del último Stradivarius” se la entregué a Mario Vargas Llosa. Le gustó y decidió prologarlo. Fue el último texto que escribió. La versión definitiva, que es la que está en la novela, se la dictó a su hijo Álvaro. Pensó venir a presentarlo, en su lugar Álvaro me ha dicho que ahora va a venir él.
P.: ¿Qué novelistas recuerda?
A.G.R.: Empezaría confesando una asignatura pendiente, el último de Vargas Llosa “Le dedico mi silencio”. En el recuerdo lejano aparece Hermann Hesse con “Demian”, “El juego de los abalorios”, “Siddartta”, novelas que me abrieron hacia el camino de lo espiritual. Después están los grandes best sellers de otro tiempo, como los de Arthur Hailey y Harold Robbins. Las novelas de Nikos Kazantzakis. Más cerca, me gustó mucho “El tango de la guardia vieja” de Arturo Pérez-Reverte.
P.: ¿En qué está ahora?
A.G.R.: Tengo terminado un libro de poesía libre que debo presentar en España en la Universidad de Granada. Tengo que ponerme a desarrollar el argumento de una obra de teatro que trata de hechos históricos que se producen en Italia y repercuten en la Argentina. Y lista una obra basada en “El joven príncipe señala el camino” que escribimos con el dramaturgo Emiliano Dionisi.
P.: ¿No vuelve a la novela?
A.G.R.: Estoy empezando una nueva novela. Esta vez no quiero tener que investigar o consultar sino entretenerme escribiéndola, Como no tengo que vivir de lo que escribo, me tengo que entretener con lo que estoy contando.