Cremona (Italia), 16 jul (EFE).- El escritor argentino Alejandro G. Roemmers está convencido de que su novela ‘El misterio del último Stradivarius’ es lo mejor que ha escrito y, por eso, envió el manuscrito a Mario Vargas Llosa para pulsar su opinión, pero el Nobel, conmovido por la historia, optó por un extenso prólogo que le remitió seis meses más tarde.
“Nunca pude agradecerle como hubiese querido que prologase mi novela”, ha dicho el escritor y empresario en un encuentro con periodistas en la ciudad italiana de Cremona donde, con el telón de fondo de la Casa de Antonio Stradivari y la Escuela Internacional de Lutería, Roemmers ha presentado su última obra, editada por Planeta y en las librerías desde este miércoles.
Roemmers lamenta no haber tenido “el celular del Premio Nobel” ni haber podido trasladarle en primera persona su gratitud.
“En el momento en que recibí el texto con el prólogo ya no le pasaban comunicaciones por su estado de salud. Ya no estaba para hablar”, explica.
El escritor define su novela como “literatura de objetos” dado que el protagonista es el violín, pero también la enmarca en el género policíaco e histórico.
Es el caso de la peste en Nápoles que Roemmers toma como parangón ya que escribió la obra durante la pandemia.
Un alegato por la paz y el arte
Y es que en este thriller, el violín es el hilo conductor a lo largo de 300 años de historia que van desde la casa del célebre lutier cremonés hasta los campos de exterminio de judíos y las colonias alemanas en Sudamérica (la Nueva Germania) adónde llegaron antigüedades europeas fruto del expolio nazi.
En paralelo, un comisario y un sargento investigan una trama policíaca: el asesinato en un pequeño pueblo de Paraguay de un coleccionista de antigüedades y su hija adolescente, y el hallazgo en su casa de un Stradivarius de incalculable valor.
“Quería hacer una novela con un mensaje de paz, que recoja lo bueno de la enseñanza del arte y de la música, y lo que supone para la mejora del ser humano”, dice Roemmers que también es colaborador de diversos proyectos a favor de la fraternidad y la paz en el mundo (en 2025 recibió el nombramiento de embajador por la paz del World Organization for Peace).
Roemmers sostiene que “fomentar la sensibilidad hacia el arte, abre una dimensión nueva, aleja la violencia y acerca a las personas a la armonía y la creatividad”.
Coincide el escritor con quienes afirman que si a Hitler le hubieran admitido en la academia de pintura, no hubiera destruido parte de Europa: “Es probable, porque él quería ser pintor”.
El autor revela a lo largo del libro su fascinación por los violines creados por Antonio Stradivari (unos 450 en toda su vida) y su obsesión por perfeccionar el sonido.
En la obra, Roemmers revive personajes como el compositor Giuseppe Verdi, el seductor Giacomo Casanova e incluso hace un guiño al papa Francisco, que al igual que Vargas Llosa falleció en abril de 2025, una coincidencia que el autor apunta como “premonitoria”.
No hay dos violines iguales
La presentación de la novela ha conllevado a un recorrido por la Escuela Internacional de Lutería ‘Antonio Stradivari’ donde hoy día entre 150 y 200 alumnos aprenden a fabricar los famosos violines.
En un periodo de rigurosa formación de cinco años, los estudiantes deberán probar su maestría con la construcción de hasta cinco violines, que realizarán a lo largo de los tres últimos cursos.
En esta escuela se inspiró Roemmers y allí tomó nota de los Stradivarius hechos con madera de abeto rojo del norte de Italia y arce de los Balcanes: “No hay dos violines iguales porque cada árbol es distinto”.
Un violín de 18 millones de euros
Seducido por este instrumento, el escritor y empresario reconoce que sí pudiese compraría un Stradivarius, pese al precio. Precisamente, uno de los violines que se encuentra actualmente en la casa del famoso lutier cremonés tiene un valor estimado en 18 millones de euros.
“Creo que es una muy buena inversión, si tuviera una Fundación”, dice. “Una Fundación sería la forma de prestarlo a músicos famosos para que den conciertos, pero también de tener un dinero seguro ya que se trata de instrumentos que van aumentando su valor”.
No obstante, Roemmers precisa que estos violines tienen que tener muy bien avalada su autenticidad: “Actualmente hay solo una o dos personas en el mundo que pueden certificar si un violín es original o no, ya que en el año 1800 ya se hacían imitaciones”.EFE
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