El escritor y empresario argentino presenta sus Sonetos del amor entero en el Teatro Real, arropado por Luis María Anson, Luis Alberto de Cuenca y Alejandro Vaccaro
Por Marta Ailouti
Poeta y empresario farmacéutico, a Alejandro G. Roemmers (Buenos Aires, 1958), a veces, se le solapan sus dos mundos. «No puedo evitar ser siempre extranjero. Entre los poetas por ser empresario y entre los empresario por ser poeta», nos contaba él mismo el pasado mes de abril durante la presentación de El joven príncipe en París. El escritor recibió anoche la distinción que concede el Forum de la Alta Dirección, otorgada anteriormente a personalidades como Mario Vargas Llosa o José María Aznar, por sus méritos literarios pero, también, empresariales. Lo hizo en el Teatro Real de Madrid, el lugar elegido para presentar su libro de sonetos, Sonetos del amor entero y, agradecido, pronto se decantó por el lado más lírico de la balanza. «Me gustaría que hoy hable la poesía», afirmó. Y la poesía habló.
Publicado por Visor en España, un total de 111 sonetos -más de la mitad compuestos en el último año, el resto ya publicados en anteriores ediciones-, constituyen este libro que ayer tomó la palabra, en un escenario en el que Roemmers no estaba solo. Sobre las tablas, estaba acompañado por uno de sus principales valedores, Luis María Anson, y por sus también amigos Luis Alberto de Cuenca y Alejandro Vaccaro.
«Al margen de que admiro profundamente a Alejandro como persona y poeta, debo decir que fundamentalmente lo considero un amigo», compartió el propio Cuenca, que conoce al autor desde que en 1998 presentó en la Biblioteca Nacional su obra España en mí.
Roemmers se mueve entre su espiritualidad y la lírica. Anoche, no iba a ser menos y, con pleno de asistencia, el escritor aprovechó para destacar el valor de la humanidad por encima de todas las cosas. «Hemos creado máquinas que nos superan -reflexionó- pero es difícil imaginar un robot dispuesto a hacer cola durante una hora para ver una exposición y que se emocione con una pieza de Van Gogh. El ser humano es capaz de actos de gran heroísmo como donar un órgano».
A partir de ese momento, a lo largo de sus composiciones, el poeta repasó los principales asuntos que aborda en su obra y, en particular, en este libro. Lo espiritual, el perdón, la pasión, la amistad o, incluso, la muerte como un canto a la vida. Pero también, el amor. «Amor oscuro, claro, amor entero / que a todo da valor y da sentido», escribe en el poema que da título a estos sonetos. «El amor entero -analizó Vaccaro- es el amor verdadero que no empieza ni termina con la pasión que nos provoca el ser amado, no se limita a lo que nos despierta el otro sino a todos los otros. Es más complejo. Se extiende a todos los seres del mundo». «Es un concepto más amplio -subrayó él propio Roemmers-. Amor a manos llenas, a cántaros, a todos, a cualquiera».
La indiferencia, Minúsculo dispendio, Unas palabras tuyas o Qué no daría yo a veces, fueron algunos de los poemas que se leyeron en una velada en la que se reflexionó, además, sobre el arte de hacer sonetos, esa «armonía poética de la eternidad», en palabras de Luis María Anson.
La poesía de Roemmers, defendió Cuenca, recuerda en algo a Los sonetos del amor oscuro de Lorca. «Tiene que ver con una cosa que les une a los dos, el amor. Pero es también una escritura del soneto diferente del habitual -señaló el filólogo-. Ya es un soneto del siglo XXI. Ya en Lorca, aunque los escribiera en los años 30, era del siglo XXI. Y Alejandro sigue ese curso».
Desde Quevedo y el Siglo de Oro, la poesía española, advirtió Anson, «se ha ido momificando, cumpliendo con las exigencias de los lectores y también con los cambios de las exigencias artísticas». En los últimos cien años, «el poeta se ha desembarazado de la rima consonante, ha buscado la rima interior, la música callada, la soledad sonora, y en un acto como en el que estamos ahora, la pena que recrea y enamora», analizó el periodista antes de recordar que los grandes poetas como Guillén, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Alberti, Aleixandre, José Hierro, Neruda y Borges también escribieron sonetos.
«Tenemos que agradecer a Alejandro Roemmers, que se mueve siempre sobre el corte de las más avanzadas vanguardias, que tomase la decisión de reunir en un libro sus sonetos -afirmó-. Cualquier lector ciertamente aficionado, emocionado con la poesía, se conmocionará leyendo su poesía«.
Versos como los de Amor constante o Sonarán mis palabras, con los que el poeta cerró la velada. O como aquellos que compone en su Epitafio, recitado hasta en dos ocasiones por Luis Alberto de Cuenca y por el propio Roemmers, durante sus intervenciones, y que, recuerda, «creí que quien más ama, nunca pierde».
Intérprete entre «la palabra y la belleza, el rigor estético y el pensamiento», matizó Vaccaro «los que sentimos una frenética fascinación por la poesía cuando nos adentramos en la lectura de un libro así, el corazón se nos ilumina». Y ahí está, prosiguió, «el poeta enero que se entrega a la poesía en cada momento».