Poeta y empresario, acaba de publicar una novela y formó una productora que hará una biopic de Juan Manuel Fangio.
Por Laura Reina
A la hora señalada, aparece a través de la pantalla del celular. Está en Miami, pero probablemente ya haya partido hacia otro lugar porque la sensación es que aveces el planeta parece quedarle chico. Alejandro Roemmers, escritor, empresario y miembro de una de las familias más ricas de Argentina, es un fiel exponente del aquí y ahora. Después de años de dedicarse a la poesía, se lanzó hacia las aguas turbulentas de la ficción con su primera novela Vivir se escribe en presente, que terminó en su campo de Córdoba durante la cuarentena. El título del libro expone sus más profundas inquietudes: en un contexto incierto, hay que vivir el hoy. El ahora. “La vida es incierta, buscar la seguridad exterior es inútil, no hay cosa que te pueda garantizar nada. Sí es aconsejable buscar la paz interior, la seguridad de que uno está viviendo de acuerdo a su naturaleza, si uno puede lograr eso, vivís en paz. No dejar de decirle a las personas que las querés, ser amable con el que está al lado, hacer que cada momento de tu vida te exprese lo mejor posible. Si compartiste una charla con alguien, que esa conversación haya expresado tu ser mas profundo”, dirá en algún momento de la entrevista.
El hoy, su presente inmediato, también lo tiene trabajando en su nueva productora, Estudio R&M, que forjó junto con el reconocido productor Carlos Mentasti. A la dupla que se autodefine como un “mix entre lo culto y lo popular”, se sumó un dream team de guionistas y realizadores que vienen de La Sagrada Familia, como Pucho Mentasti, Nicolás y Pepe Puenzo y Carlos Baccetti. Todos ellos están dando vida a una biopic sobre Juan Manuel Fangio y una family movie dirigida por Juan Taratuto. También están trabajando para adaptar la novela de Alejandro a una serie. Todos proyectos que ya despertaron el interés de las grandes plataformas de entretenimiento.
–¿Cómo surgió esta sociedad con Carlos?
–Vengo del mundo de la literatura, de la poesía y más allá de conocer la trayectoria de Carlos en películas, el apellido Mentasti siempre lo había escuchado mucho porque mi abuela era amiga de su papá. Una persona en común nos conectó y se dio la charla. Enseguida coincidimos en que no queríamos hacer ni un negocio ni un mero entretenimiento, sino algo que aporte, que tenga una significación para elevar el nivel de conciencia y contribuir a la felicidad de alguna manera. Que sean obras que aporten alegría, bienestar y amor.
–Tus libros también parten de esa premisa, de dar algún mensaje espiritual.
–Siempre trato de buscar la reflexión, que nos cuestionemos algunas cosas y que prestemos mucha atención al momento presente, a las decisiones que tomemos. Tratar de ser la mejor versión de nosotros mismos. Pero estamos en la civilización de la imagen y me empezó a pasar que con la literatura llego a determinados ambientes pero el público mayoritario quiere imagen y por ejemplo, estoy viendo de hacer videopoemas para brindar una experiencia sensorial más completa. Siempre digo que de poetas y de místicos todos tenemos un poco. Se puede ser poético con las imágenes, con lo que uno escribe y también con su forma de vivir. Yo siempre digo que escriba o no poesía siempre voy a vivir poéticamente, buscando la belleza, la creatividad, lo hermoso que hay en todas las cosas.
–¿Por qué Fangio?
–A Fangio lo vi una vez y obviamente me interesé siempre por su historia. Cuando los chicos de La Sagrada Familia nos acercaron el proyecto, fue amor a primera vista. Además me gustan mucho los autos, tengo una réplica exacta del Flecha de Plata, el auto que usaba para correr y obviamente está a disposición para la filmación. Y también tengo una réplica de su auto privado, un Mercedes Benz 300 SL del año 55.
–Siendo escritor, ¿te vas a involucrar en el armado del guión?
–Fangio era un hombre de pocas palabras, pero justas. Tenía sutilezas, a veces ironía en su forma de expresarse. La literatura te lleva a elegir las palabras correctas, ahí también voy a estar presente para aportar. Se armó un equipo bueno, creativo, donde todos nos escuchamos porque no hay que ser egoísta con las ideas. No importa quien las diga. Como yo tengo dos productoras en España, con esto de la cuarentena empecé a mirar mas series y a meterme en el tema desde el punto de vista del espectador. Ahí también hice algún aporte: la serie de Fangio estaba presentada cronológicamente y yo sugerí mezclar las líneas de tiempo, introducir cierto reordenamiento. Por ejemplo, los cliff hangers que antes estaban al final del capítulo hoy ya tenés que ponerlos a los cinco minutos.
–¿Qué series te gusta mirar?
–Miro diversos tipos. Me gustó mucho The Crown y Borgen. Pero también me permito ver alguna serie más liviana. The Bridgerton, me gustó por una cuestión literaria porque el punto de unión es una persona que escribe un diario. El tema es ese, tener algo que sea gancho.
–¿Fue difícil ser escritor teniendo el apellido Roemmers?
–Lo de escribir siempre fue natural en mí. A los 8 años escribí mi primer poema en un momento de mucha melancolía porque tenía que volver de unas vacaciones en Córdoba. Lo que fue difícil fue publicar porque yo escribía poesía y escribir poesía es algo muy íntimo, es desnudar el alma en público. Pero hay algo adentro nuestro de querer comunicar y sentí esa necesidad de compartirlo.
–¿Nunca pensaste en usar un seudónimo?
–En el caso de la poesía, no. Pero sí me lo planteé en El regreso del Joven Príncipe [N. de la R.: un libro homenaje a Antoine Saint Exupéry que vendió 3 millones de copias en todo el mundo y fue traducido a 32 idiomas] y yo quería poner otro nombre. Pero el editor me dijo que el libro tenía que tener un padre. Y además iba a tener que aparecer para promocionarlo, así que no pude.
–El escritor está asociado a una imagen más bohemia. ¿Hay un prejuicio respecto de que un millonario escriba?
–Sí, y olvidan que muchos de los mas grandes escritores de la historia han sido nobles y hasta ricos. En otras épocas la gente que tenía la formación cultural para escribir no era pobre. Esa imagen de escritor bohemio es un cliché total, vino mucho después. Además los libros eran costosos, no circulaban por todos lados.
–Se te conoce mucho por los festejos de tus cumpleaños, como el que hiciste en Marruecos a los 60. ¿Qué significan para vos esas fiestas?
–Yo celebro cada día de mi vida. Tengo muchos amigos y me gusta reunirlos, darles un abrazo y recibir el suyo. El de 60 me pareció que era una etapa importante en la vida y quise hacer un cierre espiritual. Reunir a todas las personas que de alguna manera tuvieron una significación para mí, que me dejaron algo o con las que compartí un momento. Fue un reecuentro y una celebración espiritual. Por supuesto quería belleza porque yo como poeta busco la belleza en todas las cosas y busqué un entorno que fuera maravilloso pero para mí fue muy espiritual, algo que seguramente no se va a volver a repetir.
–¿Te pasó de no poder disfrutar todo lo que tenías por culpa?
–Me pasó, sí. Yo viví bastante triste una parte importante de mi vida. Empecé a trabajar en mi interior y a recién a partir de los 30 pude disfrutar. Me sentí con derecho a compartir mi felicidad y alegría porque también compartí mis tristezas. La felicidad no te la regalan. Es otro cliché creer que la abundancia material produce la felicidad. No me faltaba nada a los 20 y sin embargo estaba deprimido. La felicidad hay que buscarla en uno, cuando la encontrás, lográs la alegría y la paz que tanto deseamos.