Estrenos de teatro: Regreso en Patagonia conmueve y hace cantar con la vuelta de El Principito – LA NACION

Un gran musical sobre las transformaciones personales que deslumbra por su puesta visual y sus canciones, y la actuación consagratoria de su protagonista, Fernando Dente

Regreso en PatagoniaIdea original: Rodrigo Durini (sobre el libro El regreso del joven príncipe, de Alejandro G. Roemmers). Libro y letras: Gastón Cerana y Alejandro G. Roemmers. Música original: Nazareno Andorno. Dirección general: Sebastián Irigo. Elenco: Fernando Dente, Franco Masini, Nahuel Pennisi, Laura Esquivel, Cande Molfese, Iñaki Aldao, Karina Hernández, Roberto Peloni y otros. Arreglos y dirección musical: Javier López del Carril. Dirección vocal: Eugenia Gil Rodríguez. Coreografía: Vanesa García Millán. Escenografía: René Diviú. Iluminación: Gaspar Potocnik. Vestuario: Gabriela Pietranera. Diseño de video escénico y dirección de arte: Maxi Vecco. Sala: Metropolitan Sura, Corrientes 1343. Funciones: jueves, viernes y sábados a las 20.30 y domingos, a las 19.30. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: muy buena

Hacía mucho que sobre la avenida Corrientes no se veía un musical que se destacara en todos sus rubros. Regreso en Patagonia llegó para darle ánimo al género y al público, que desde el primer día colma la enorme capacidad del Metropolitan Sura y ovaciona de pie cada una de sus funciones. El musical, basado en el libro El regreso del joven príncipe, de Alejandro G. Roemmers, conoció una versión previa en la temporada pasada, pero muy distinta a la actual, en cuanto a producción, música, elenco y resultados. El actual es prácticamente otro espectáculo, y está orientado a un público multigeneracional (aunque se haya apelado nuevamente a un elenco juvenil).

 

Aunque oficialmente no se promocionen así, tanto el libro El regreso del joven príncipe como su traslación al escenario, Regreso en Patagonia, son (o representan) la continuación de El principito, el best seller de Antoine de Saint-Exupéry. Toda una rareza y una conquista de Roemmers, que logró sortear la reticencia de los herederos del escritor y aviador francés, que siempre se negaron a cualquier ficción ligada al famoso niño que internalizó aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos”. De todos modos, en la obra el protagonista no es El Principito sino Guillermo Prado, un joven escritor que trabaja como periodista, rol a cargo de Fernando Dente (en una actuación consagratoria, luego de su muy buena performance en Kinky Boots). Cansado de la rutina y la mala suerte a nivel editorial, Prado viaja a la Patagonia para distenderse y reencontrarse con un amigo de la infancia, Rafael (Nahuel Pennisi, en un muy buen debut como actor).

En el medio del viaje se topa con un ser “de otro planeta” llamado Príncipe (criatura a la que le otorga entidad Franco Masinirepatriado especialmente para este proyecto, luego de filmar en España una serie para Netflix), que con su compañía y glosario de citas filosóficas lo transforman en una persona entusiasta y pasa de ser “un escritor desanimado a un artista conectado con su verdad”. En el derrotero, el novelista y su celestial lazarillo departirán con otros personajes, a cual más pintoresco, que también terminarán modificados por los encuentros en medio de la naturaleza.

Más allá de la historia, que es tan sencilla como ejemplificadora (aunque nunca baje línea, por suerte), Regreso en Patagonia sobresale por su puesta en escena, que es espectacular. Todo el escenario, a lo largo y ancho, es ocupado por pantallas LED que sirven de soporte para las proyecciones de imágenes gigantes que no dan respiro y que asombran por su nitidez. Si bien este recurso viene siendo utilizado en el país desde hace un tiempo, aquí llega a un nivel superlativo, que pone la vara demasiado alta para futuras producciones. En ese sentido el diseño de video y dirección de arte de Maxi Vecco es encomiable, digno de todo tipo de elogios y galardones (al respecto, ¿para cuándo este rubro en los premios locales dedicados al teatro?).

De todos modos la ingeniería tecnológica no opaca en absoluto el trabajo del elenco. Dente ofrece un trabajo integral notorio, como cantante, actor y bailarín. Y se erige en uno de los más completos y mejores intérpretes de la comedia musical local. Es dueño, además, de un notorio carisma y de un poder de comunicación con el público (sobre todo cuando le toca romper la cuarta pared en un par de escenas) realmente llamativo. Solo se le podría reprochar la innecesaria utilización del grito en el tramo final de su gran tema solista, “Seguiré”. Por su parte, Masini sale airoso del compromiso de tener que interpretar el personaje menos convencional de la trama, que lo obliga a utilizar una técnica actoral no realista y estar siempre al borde de la caricatura. Pennisi, como era de esperar, encanta con su maravillosa voz y también con su ternura. La pareja que compone con Laura Esquivel es exquisita y deja con ganas de una mayor participación en la historia. Cande Molfese, como la frívola influencer que muta en vocera de causas solidarias, y Karina Hernández, en el doble rol de agente literaria y guía turística de poca monta, resultan sumamente efectivas y graciosas. La frutilla del postre es Roberto Peloni, quien una vez más demuestra todos sus quilates a través de tres personajes, cada uno más disparatado, siendo el de la operadora turística un ejemplo de composición cómica suprema.

Mención aparte para los bailarines que protagonizan (entre varios otros) tres números dignos de Broadway –”La gente ausente va”, “Patagonia” y “Bienvenidos a los cerros”–, todas creaciones de la eximia coreógrafa Vanesa García Millán. Tanto la música como las letras (de Nazareno Andorno, Gastón Cerana y Alejandro G. Roemmers, respectivamente), invitan a tararear la mayoría de los temas durante la función y hasta salir, luego, cantando del teatro, algo poco frecuente en un musical nacional. Por supuesto que parte del mérito es también de la orquesta capitaneada por Javier López del Carril. Por último, no cabe duda de que el gran factótum detrás de la compleja maquinaria que representa esta súper producción es Sebastián Irigo, director de vasta trayectoria en el circuito off, hoy jugando (y ofreciendo su notable visión creativa) por fin en primera.

Gustavo Lladós
 
 

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Estrenos de teatro: Regreso en Patagonia conmueve y hace cantar con la vuelta de El Principito – LA NACION

Un gran musical sobre las transformaciones personales que deslumbra por su puesta visual y sus canciones, y la actuación consagratoria de su protagonista, Fernando Dente

Regreso en PatagoniaIdea original: Rodrigo Durini (sobre el libro El regreso del joven príncipe, de Alejandro G. Roemmers). Libro y letras: Gastón Cerana y Alejandro G. Roemmers. Música original: Nazareno Andorno. Dirección general: Sebastián Irigo. Elenco: Fernando Dente, Franco Masini, Nahuel Pennisi, Laura Esquivel, Cande Molfese, Iñaki Aldao, Karina Hernández, Roberto Peloni y otros. Arreglos y dirección musical: Javier López del Carril. Dirección vocal: Eugenia Gil Rodríguez. Coreografía: Vanesa García Millán. Escenografía: René Diviú. Iluminación: Gaspar Potocnik. Vestuario: Gabriela Pietranera. Diseño de video escénico y dirección de arte: Maxi Vecco. Sala: Metropolitan Sura, Corrientes 1343. Funciones: jueves, viernes y sábados a las 20.30 y domingos, a las 19.30. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: muy buena

Hacía mucho que sobre la avenida Corrientes no se veía un musical que se destacara en todos sus rubros. Regreso en Patagonia llegó para darle ánimo al género y al público, que desde el primer día colma la enorme capacidad del Metropolitan Sura y ovaciona de pie cada una de sus funciones. El musical, basado en el libro El regreso del joven príncipe, de Alejandro G. Roemmers, conoció una versión previa en la temporada pasada, pero muy distinta a la actual, en cuanto a producción, música, elenco y resultados. El actual es prácticamente otro espectáculo, y está orientado a un público multigeneracional (aunque se haya apelado nuevamente a un elenco juvenil).

 

Aunque oficialmente no se promocionen así, tanto el libro El regreso del joven príncipe como su traslación al escenario, Regreso en Patagonia, son (o representan) la continuación de El principito, el best seller de Antoine de Saint-Exupéry. Toda una rareza y una conquista de Roemmers, que logró sortear la reticencia de los herederos del escritor y aviador francés, que siempre se negaron a cualquier ficción ligada al famoso niño que internalizó aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos”. De todos modos, en la obra el protagonista no es El Principito sino Guillermo Prado, un joven escritor que trabaja como periodista, rol a cargo de Fernando Dente (en una actuación consagratoria, luego de su muy buena performance en Kinky Boots). Cansado de la rutina y la mala suerte a nivel editorial, Prado viaja a la Patagonia para distenderse y reencontrarse con un amigo de la infancia, Rafael (Nahuel Pennisi, en un muy buen debut como actor).

En el medio del viaje se topa con un ser “de otro planeta” llamado Príncipe (criatura a la que le otorga entidad Franco Masinirepatriado especialmente para este proyecto, luego de filmar en España una serie para Netflix), que con su compañía y glosario de citas filosóficas lo transforman en una persona entusiasta y pasa de ser “un escritor desanimado a un artista conectado con su verdad”. En el derrotero, el novelista y su celestial lazarillo departirán con otros personajes, a cual más pintoresco, que también terminarán modificados por los encuentros en medio de la naturaleza.

Más allá de la historia, que es tan sencilla como ejemplificadora (aunque nunca baje línea, por suerte), Regreso en Patagonia sobresale por su puesta en escena, que es espectacular. Todo el escenario, a lo largo y ancho, es ocupado por pantallas LED que sirven de soporte para las proyecciones de imágenes gigantes que no dan respiro y que asombran por su nitidez. Si bien este recurso viene siendo utilizado en el país desde hace un tiempo, aquí llega a un nivel superlativo, que pone la vara demasiado alta para futuras producciones. En ese sentido el diseño de video y dirección de arte de Maxi Vecco es encomiable, digno de todo tipo de elogios y galardones (al respecto, ¿para cuándo este rubro en los premios locales dedicados al teatro?).

De todos modos la ingeniería tecnológica no opaca en absoluto el trabajo del elenco. Dente ofrece un trabajo integral notorio, como cantante, actor y bailarín. Y se erige en uno de los más completos y mejores intérpretes de la comedia musical local. Es dueño, además, de un notorio carisma y de un poder de comunicación con el público (sobre todo cuando le toca romper la cuarta pared en un par de escenas) realmente llamativo. Solo se le podría reprochar la innecesaria utilización del grito en el tramo final de su gran tema solista, “Seguiré”. Por su parte, Masini sale airoso del compromiso de tener que interpretar el personaje menos convencional de la trama, que lo obliga a utilizar una técnica actoral no realista y estar siempre al borde de la caricatura. Pennisi, como era de esperar, encanta con su maravillosa voz y también con su ternura. La pareja que compone con Laura Esquivel es exquisita y deja con ganas de una mayor participación en la historia. Cande Molfese, como la frívola influencer que muta en vocera de causas solidarias, y Karina Hernández, en el doble rol de agente literaria y guía turística de poca monta, resultan sumamente efectivas y graciosas. La frutilla del postre es Roberto Peloni, quien una vez más demuestra todos sus quilates a través de tres personajes, cada uno más disparatado, siendo el de la operadora turística un ejemplo de composición cómica suprema.

Mención aparte para los bailarines que protagonizan (entre varios otros) tres números dignos de Broadway –”La gente ausente va”, “Patagonia” y “Bienvenidos a los cerros”–, todas creaciones de la eximia coreógrafa Vanesa García Millán. Tanto la música como las letras (de Nazareno Andorno, Gastón Cerana y Alejandro G. Roemmers, respectivamente), invitan a tararear la mayoría de los temas durante la función y hasta salir, luego, cantando del teatro, algo poco frecuente en un musical nacional. Por supuesto que parte del mérito es también de la orquesta capitaneada por Javier López del Carril. Por último, no cabe duda de que el gran factótum detrás de la compleja maquinaria que representa esta súper producción es Sebastián Irigo, director de vasta trayectoria en el circuito off, hoy jugando (y ofreciendo su notable visión creativa) por fin en primera.

Gustavo Lladós
 
 

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