Por Roberto Alifano
En su conmovedora encíclica “TuttiFratelli”, el Papa Francisco hace un llamado al reconocimiento mutuo como hijos e hijas de Dios y, por consiguiente, un emplazamiento a la fraternidad y amistad social como medios de reconstrucción de un mundo herido y afectado en lo más íntimo. Desde su humanidad, en siete capítulos, el Santo Padre nos brinda claves para recuperar aquello que es más humano y que se asienta sobre la inalterable dignidad humana y nuestra sociabilidad en el deseo de buscar lo común.Nos habla también de los peligros o sombras de un mundo cerrado en el que se realiza un diagnóstico de las consecuencias de vivir, paradójicamente, conectados mediante pantallas, pero aislados unos de otros.
En definitiva, un mundo basado en el egoísmo autoreferencial que produce y reproduce amenazas del pasado y absurdas polarizaciones políticas, concebida antes de la pandemia. Pensada en este contexto,la encíclica “TuttiFratelli” es una invitación a tener un corazón abierto que sea capaz de albergar la fraternidad y la amistad social como vehículos para la reconfiguración de un mundo nuevo y de estructuras sociales y políticas más humanas y justas donde nadie quede excluido.
Este propósito encontró desde el primer momento un fiel aliado en el poeta y empresario argentino Alejandro Guillermo Roemmers, que desde entonces se encarga de difundir esta obra solidaria con raíces en Roma por todo el mundo; lo que lo llevó a ser galardonado con el “Premio San Francisco de Asís” por la Pontificia Universidad Antonianum, convirtiéndose en el primer laico en recibir esta distinción de la “Orden Franciscana”, un premio que reconoce su labor en la promoción de valores humanos como la compasión y la solidaridad, en sintonía con el carisma franciscano y el Papa Francisco. Roemmers ha apoyado diversos proyectos de desarrollo humano en Sudamérica y África, habiéndose convertido en un destacado mecenas de artistas,al tiempo que preside la Fundación Argentina para la Poesía. Además de promover por estos días una iniciativa de abrazos universales por la fraternidad en favor de la paz y el amor entre los habitantes del planeta.
Fue así que se realizó un brindis el 6 de diciembre en el Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires, en honor del RP Francesco Occhetta, representante de la “Fundación Pontificia FratelliTutti” y un especial reconocimiento a nuestro poeta y empresario por sus acciones internacionales en favor de la cultura y la fraternidad.
Alejandro Guillermo Roemmers se radicó desde muy joven en España, donde cursó sus estudios y empezó a escribir poesía, y desde entonces no dejó nunca de hacerlo. Alejandro incursionó también en la prosa con novelas que han sido traducidas a diversos idiomas. Robert Louis Stevenson decía que “la forma más difícil de la poesía es la prosa” y nuestro amigo, que nunca deja de ser poeta, lo hace también en la novela y la dramaturgia.
En 2016, nos sorprendió con una excelente obra teatral en la que alude a su amigo, nuestro Papa argentino. Con el título de Franciscus, una razón para vivir, convocó en el escenario a más de cien personas, entre actores, bailarines, trapecistas y malabaristas.Esa puesta en escena, dirigida por la consagrada actriz argentina Norma Aleandro, se mantuvo vigente durante todo un año convocando una multitud de espectadores.
De esa manera penetramos en un mundo de amor, de entrega al prójimo, de belleza expresiva que se realiza a sí misma en cada composición poética y en cada acto del vivir cotidiano de Alejandro Guillermo Roemmers, un auténtico lírico en su decir poético; esto es, un auténtico poeta que comunica a través de la emoción y la forma. Agrego aquí que Mario Vargas Llosa, su amigo, se sigue asombrando ante este aedo que con los pies sobre la tierra es asimismo, un exitoso empresario y mecenas.
En el terreno humanitario del bien al prójimo, Alejandro ahora nos convoca y nos revela, una vez más la prodigiosa sensibilidad de su alma y su vocación solidaria que lo lleva a cumplir en el mundo este propósito del Papa Francisco y se condensan en unos versos de nuestro amigo fieles a los propósitos que lo muestran también concreta con los pies sobre la tierra:
El arte de vivir consiste, amigo,
en desterrar el parloteo ausente
con que intoxica el tiempo nuestra mente,
trazando su horizonte en el ombligo.
Y créanme, señores si les digo
nadie ofende al destino por valiente…
Y dice en otra composición con su experiencia de vida y su sabiduría esencial, nuestro poeta nos advierte:
Del olvido venimos y al olvido
vamos. Y al despertar nuestra conciencia
intacta en su ilusión y en su inocencia
se aventura a creer que hemos vivido…
Para concluir, diremos que en el terreno estético, Alejandro maneja a la perfección, esa antigua forma, el soneto, que debemos a la patria de Dante Alighieri y de Francesco Petrarca, inventada por Giacomo de Lentini, en el siglo XIII, que algunos malignos vanguardistas consideranen desuso, y es, a mi criterio, casi la esencia del Siglo de Oro y lo sigue siendo en los poetas de nuestro tiempo, y sin duda lo seguirá siendo.
La belleza es algo común, que sólo el hombre elabora y le da vida aún en un universocontradictorio, donde, a pesar de todo, el arte siempre está presente. Decía el maestro francés André Gide, que “crear una bella forma, hace que una idea aún más bella venga a habitarla”.Esta vocación solidaria yde afecto al prójimo es una expresión de amor a la vida y a la belleza.
En una plaquette, con el título de un Regalo para Francisco, dedicado a nuestro Papa argentino, Alejandro emocionó hasta las lágrimas a su amigo.
Quise encontrar un obsequio,
el más sencillo, el más humilde,
el que en su pequeñez
pudieras aceptar sin ofenderte.
Pensé que podría comprarlo y fui a la tienda
pero ningún objeto me conformaba.
Entonces escuché una voz santa que me dijo:
“…a quien tiene a Dios, nada le falta,
sólo Dios, basta.”
Creí ser poeta para ofrecerte palabras:
pero las hallé superfluas, pomposas, gastadas…
Hui de mí y perseverante
busqué en la tierra
pero hasta una semilla me pareció excesiva
pues podría albergar un árbol(…)
busqué entonces en el aire
respetando las abejas, luciérnagas, mariposas
y todas las criaturas vivientes,
pues tú no querrías detener sus alas
ni perturbar su vuelo.
Procuré traerte el aroma
sosegado y puro de las hierbas,
del hogar encendido y los jazmines(…)
Quedé entonces en silencio, desconsolado,
bajo el azul infinito
que mis ojos no podrían reflejar…
¿Francisco, pensé, en tu amorosa humildad,
es que no hallaría nada que pudiera agradarte…?
De pronto un árbol dejó caer una de sus hojas
que se depositó frente a mí en el suelo.
Luego otra, que llegó meciéndose en la brisa
hasta mis manos que la recibieron sin querer.
Luego otra, otra, y otra más,
hasta que sentí que el árbol, compasivo,
estaba dispuesto a entregarse por entero
y desnudar sus ramas
con tal de consolarme.
Tanto era su amor
que brotaron mis lágrimas
como un manantial redentor y agradecido.
Las hojas del árbol
continuaron descendiendo generosas
en una bendición inacabable(…)
Entonces pude comprender… y sonreí.
Y sonrieron conmigo los campos, las aves y los arroyos.
La brisa se detuvo
y ya no volvieron a caer más hojas…
El regalo que produjo la sensibilidad de aquél árbol
es el que ahora quiero ofrecerte:
el amor de una sonrisa.
Un obsequio humilde y efímero
que puedes multiplicar y compartir sin miedo
como los panes y los peces,
hasta que todos unidos a Jesús
habitemos finalmente el Reino de Dios.