Por Daniel Gigena
Protagonizada por Fernando, un joven periodista gay que renuncia a su empleo en un diario prestigioso para seguir los rastros de Michael (el hijo fugitivo de un empresario de origen galés), la novela combina los recursos del thriller con las características reflexiones espirituales que aparecen en la obra del autor de El regreso del joven príncipe. ”Hay algo mío en varios de los personajes”, dice a LA NACION.
Como el aislamiento social, preventivo y obligatorio obligó a cancelar los eventos presenciales, el libro recorre por ahora el camino de las presentaciones virtuales. ”Soy muy autodidacta con la escritura –cuenta Roemmers–. Antes de publicarla se la di a leer a unas diez personas en las que confío mucho: la mayoría me señaló algo que es cierto, y es que tiendo a explicar, así que privilegié la acción a la explicación”. Vivir se escribe en presente está dedicada a la poeta paraguaya Ester de Izaguirre (1923-2016), amiga del autor. ”Ella me hizo notar la habilidad que tengo para contar historias”, revela. La historia, que transcurre a lo largo de un año, está ambientada en escenarios diversos: la ciudad de Buenos Aires, los Andes patagónicos y las bravas playas de Tamarindo, en Costa Rica. Hay dos padres antagónicos en la novela de Roemmers: uno es real y el otro parece ideal. ”Esos padres me ayudaron a comprender aspectos de mi forma de ser -señala-. Hablo mucho con los míos, que están muy orgullosos de lo que hago y hoy son mis fans, aunque no sé si leyeron el nuevo libro. Ya lo harán”. Todo lo recaudado por la venta de la novela será destinado a Unicef.
Roemmers es además autor del guion del exitoso musical Franciscus. Una razón para vivir, que relata la vida de san Francisco de Asís. Y, actualmente, trabaja en el guion de una serie de cuarenta episodios y tres temporadas. ”José Luis [Moreno] se ocupa del contexto histórico de la vida de Francisco, que es un momento de transición entre una época y otra, y a mí me queda lo que más me gusta, que son las palabras de Francisco, de su padre y sus amigos –detalla–. Me siento un poco custodio de su pensamiento, me siento hermanado con él en muchas cosas, en su defensa de la naturaleza, en la sencillez del lenguaje para comunicar. He leído muchos libros sobre su vida. Francisco no era un hippie, como muchos piensan”.
–¿Le enviará su nuevo libro al papa Francisco?
–A lo mejor se lo llevo cuando vaya para allá o se lo envío por alguien, pero no sé si es algo para él esta novela. Le mando poemas y cosas que sé que le interesan, pensamientos y reflexiones espirituales. Sí me gustaría que viera la miniserie. Le mandé el texto del musical Franciscus y le gustó mucho. Nos conocemos de antes de que se convirtiera en Papa.
–¿Cómo concilia sus actividades como escritor y como empresario?
–Tal vez estás pensando en la industria farmacéutica de mi familia, y la verdad es que eso quedó en manos de mis hermanos. Ahora hago de empresario en la creación audiovisual, como coproductor, y lo haré luego con otras películas y series. Además empecé con nuevos negocios de nanotecnología en Estados Unidos, en Europa y en China. Estoy con ese tipo de negocios fuera de la Argentina, incluso fuera de América Latina. Como estuve tantos años en la industria farmacéutica, mi entorno aprecia mucho que actúe como consejero. Sin embargo, ya no soy residente en la Argentina desde hace varios años: tengo la residencia en Malta. Paso gran tiempo viajando por Europa. Por esta zona del mundo estoy unos tres meses, en la Argentina y en mi casa en Uruguay. Ahora por la pandemia estoy en las sierras.
–Usted firmó la carta de la Fundación para la Libertad en la que se pedía que la pandemia no fuera una excusa para los avances autoritarios de los gobiernos.
–No es que la firmé, soy asesor de la Fundación y tengo muy buena relación con Mario Vargas Llosa. Él me ofreció que fuera consejero en la parte empresaria. Condigo con los ideales de la Fundación y al estar en el consejo directivo suscribo los documentos que se hacen. Me pareció bien; hay valores que están más allá de las circunstancias y son importantes de preservar.
Es muy arduo ser empresario en la Argentina; nos falta valorar un poco más a los que dan trabajo y arriesgan mucho.
–¿Pero teme esos avances autoritarios?
–No te puedo decir tanto. Es un momento muy especial no solo en la Argentina sino en el mundo para advertir qué es lo importante. Por ejemplo, hoy se valora mucho el trabajo y a las empresas que están en riesgo de desaparecer a causa de la pandemia. En la Argentina, en general no hay una opinión pública favorable respecto de la libre empresa, de que hace falta capital de riesgo para progresar, para desarrollarse. Y sin embargo hoy dependemos de que haya personas que todavía crean en la Argentina, que inviertan y den trabajo para que podamos subsistir y sobrevivir a esta catástrofe. Muchas empresas no van a poder sobrevivir, y si no hay incentivos para el futuro muy pocos arriesgarán en un contexto difícil. Es muy arduo ser empresario en la Argentina, y en América Latina en general. En otros lugares hay otras dificultades, como puede ser la competencia, pero acá nos falta valorar un poco más a los que dan trabajo y arriesgan mucho.
–¿Lo atribuye a un factor ideológico?
–Es un poco de prejuicio y malos ejemplos de algunos. Hubo mucha influencia ideológica en América Latina; es una zona del mundo que valora menos que otras el libre emprendimiento, a los entrepreneurs que empiezan un negocio. Es un rol que habría que valorar más. Otros países lo valoran mucho y les va mejor en lo económico.
–¿Cuál es su mirada sobre los efectos de la pandemia en el país?
–En todo el mundo ha causado una crisis severa. En algunos lugares hay una moneda estable, confiable, y entonces se pueden financiar mejor, la gente puede tener confianza y endeudarse a largo plazo. Muchos países hicieron inversiones muy grandes, pero porque pueden hacerlo. Tienen recursos. Nosotros venimos de una situación muy difícil y estamos negociando la deuda externa. En ese contexto, la pandemia nos pone una situación muy delicada. Creo que hay que dar mensajes claros: si se quiere salir adelante con inversión y trabajo para que el país se desarrolle, es necesario manifestarlo claramente. El Estado no es buen administrador de los recursos y las estatizaciones no conducen a nada bueno. Mientras tanto, habrá que ayudar a las personas desamparadas y dar un horizonte de luz y esperanza a la gente. Las empresas invierten si ven la posibilidad de ganar y crecer.
–¿Es optimista acerca del futuro?
–Este es un momento de expectativa de señales. La Argentina tiene muchos recursos naturales. Es un país grande, pero para ser un gran país necesita que toda su población activa esté alineada en un camino de progreso. En los últimos años se ha visto mucha división, unos contra otros. Este camino nos llevó a décadas y décadas de retraso. La Argentina es el país económicamente más fracasado del mundo. Ningún país que estuvo entre los primeros del mundo ha retrocedido tanto. El populismo no nos llevó a buen destino. Nosotros estamos muy enfocados hacia adentro, en hablar de cosas que pasaron hace décadas. Hace falta una reconciliación entre todos y después ponerse a trabajar. Una vez que alguien gana una elección hay que apoyar al capitán del barco y hay que trabajar. El Estado entrega cheques a millones y millones de personas que no son productivas. El desafío es convertirlos en personas que trabajen y produzcan. Hay que olvidarse de que la Argentina es un país rico; somos un país endeudado, al borde del default, que estamos tratando de evitar. Tiene que haber un premio para los que se esfuerzan.
–¿Qué piensa del presidente Alberto Fernández?
–Lo conocí. Me resultó una persona muy agradable, una persona que escucha y creo que también es una persona de consensos, que ha ganado un reconocido liderazgo durante la pandemia. Todos hemos comprendido la necesidad de lo que se nos pedía, que no es fácil. Yo tengo la bendición de estar en un ambiente natural, pero hay personas que viven en espacios más chicos, en la ciudad, encerrados, y eso es duro. Se explicó bien el valor de cuidar la vida. El daño económico de todos modos vamos a tenerlo. El Presidente tendrá que ir midiendo bien las etapas porque es un sendero difícil el que tiene por delante. Habrá que recomponer la economía y el desarrollo.
Cuando tenía 13 años Borges me alentó a seguir escribiendo.
–¿En qué quedó el proyecto del Museo Borges?
–El proyecto está suspendido por la pandemia porque el Estado tiene otras prioridades ahora. Independientemente de eso, la idea es avanzar. El Presidente fue muy claro cuando dijo que Borges es un argentino notable, tal vez el más notable, y se merece un museo para que lo visiten argentinos y extranjeros. Un lugar acorde, moderno e interactivo, donde permanentemente su obra se mantenga viva. Una academia viva donde todos los días haya ponencias, se presenten ensayos, se lea su obra. Que se muestre a un Borges moderno, interesante; que cada visita sea una experiencia. Seguimos hablando con el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Alejandro Vaccaro, y él me ofreció una solución intermedia, que consiste en albergar la colección en una propiedad de la SADE en la calle México. Ese edificio está en la misma manzana donde estaba la Biblioteca Nacional en la que Borges trabajó tantos años. Hay que pensar que lo urgente no nos desvíe de lo importante. Los países necesitan luminarias, focos, modelos. Necesitamos héroes culturales, como lo fueron Sarmiento, Borges y Victoria Ocampo. Desearía que podamos recuperar ese camino de excelencia que extraviamos.
–O sea que el Museo Borges podría tomar dos formas: con acuerdo del Estado o con la SADE.
–Sí, pero yo diría que lo de la SADE es una solución transitoria si el Estado se demora. Mi intención es ofrecer la colección al público, para mí el Estado argentino tiene la prioridad. Al Presidente le pareció importante recibir la colección. Son más de treinta mil piezas que llevamos a Sídney, a Alejandría, a Madrid. La idea es que esté acá y abierta al mundo. La noche anterior a mi encuentro con el Presidente cené con María Kodama para invitarla a unir las colecciones, pero ella me dijo que tenía la voluntad de donar al exterior su propia colección, a Estados Unidos o Japón. Luego hubo un malentendido sobre la colección. Todas las piezas que tengo están documentadas y no recibí ningún reclamo. Si tengo algo que no es mío, me avisan y lo devuelvo, si lo que yo quiero es donar.
–¿Conoció a Borges?
–Lo vi una sola vez, a los trece años, con un pariente suyo que me llevó a visitarlo. Pasamos toda una tarde con él. Yo no tenía idea de quién era Borges en ese momento, no había leído toda su obra. Le leí cosas mías y él me alentó a seguir escribiendo.
–El presidente de la SADE dijo que usted podía aspirar al premio Nobel de Literatura.
–Siempre son agradables los reconocimientos, pero lo importante son las obras, y que en ellas anide el espíritu inmortal del arte que alegre y dé sentido a nuestra existencia.