Una infancia sin tele, la amistad con Vargas Llosa y por qué se siente “diferente”: a solas con Alejandro Roemmers, una figura de la Feria del Libro – INFOBAE

El escritor y empresario dice que es un activista del amor. Que no se siente normal. Que el Joven Príncipe, protagonista de su gran éxito, es él mismo. Y cuenta qué haría si ganara el Premio Nobel.

Por Diego Rojas 10 de Mayo de 2022

 

Con Infobae. Alejandro Roemmers, en la entrevista en la que habla de sus motivaciones y sus sentimientos.

No cualquier novelista recibe el aval público de un Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, así sucedió con Alejandro Roemmers, empresario y escritor, autor de Morir lo necesario (editada por Grijalbo) cuya presentación en la Feria del Libro de Buenos Aires contó con la presencia (y bendición) de Mario Vargas Llosa, hombre fundamental para la literatura latinoamericana de las últimas décadas y que recibiera el Nobel en 2010. Se trata de un acontecimiento.

Roemmers, heredero de la familia Roemmers –dueña del emporio industrial farmacéutico del mismo nombre– y uno de los hombres más ricos de la Argentina, escribe poesía desde muy chico; a los 19 años recibió el 2° Premio de Poesía otorgado por la Universidad de Madrid –que inauguraría una larga lista de publicaciones y galardones en el género– y en 2008 publicó El regreso del Joven Príncipe, una continuación de El Principito, que fue traducido a 30 idiomas y vendió 3 millones de ejemplares. Las regalías de su nueva novela –cuya mesa de presentación se denominaba “La nueva novela latinoamericana. El caso Roemmers y Morir lo necesario”, y donde estuvieron, además de Vargas Llosa, el periodista Jorge Fernández Díaz, la escritora María Rosa Lojo y el filólogo español Luis Alberto de Cuenca– serán donadas a Unicef Argentina.

Hace un tiempo, Alejandro Vaccaro, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, planteó que Roemmers debería ser el candidato al Premio Nobel de Literatura por la Argentina. En esta entrevista con Infobae Leamos, Roemmers –cuyo libro, a días de su lanzamiento, ya tiene una segunda edición– cuenta cómo se ve como premio Nóbel y qué haría de ser galardonado, entre otros varios temas.

 

Firmando. Alejandro Roemmers y su nuevo libro “Morir lo necesario”.

–No a todo el mundo Mario Vargas Llosa le presenta una novela en la Feria del Libro de Buenos Aires. Es un reconocimiento muy importante. ¿Qué significa para usted?

–Tenemos una relación de hace muchos años con él y tampoco es que haya venido sólo para presentar mi novela: tiene su propia agenda acá. Presentó la cátedra Vargas Llosa, de la cual yo también soy auspiciante, aunque no sé si es la palabra. También soy promotor de la Fundación Internacional para la Libertad y en esa fundación, donde él es presidente honorario, a mí me han nombrado como consultor en temas económicos. Siempre hemos tenido charlas, un poquito a veces de algún tema literario, aunque no mucho. Yo escribo, sin embargo, no estoy mucho en el medio literario, leo cosas muy salteadas de distinto tipo. Pero tengo una relación de hace años y de mucho afecto mutuo con su hijo Álvaro, y con Vargas Llosa nos vemos cada tanto: en España, nos encontramos en Miami, en fin, un montón de lugares. Así que viniendo él para Argentina a la Feria del Libro era lógico que él me acompañara en la presentación, él tenía muchas ganas de hacerlo y me lo ofreció, así como yo también lo acompañé en muchas presentaciones que ha hecho. Estuvimos en una muy linda cuando se cumplió el décimo aniversario del Nobel. Fue una reunión que se hizo ahí en las afueras de Madrid, cerca del Escorial y también ahí se juntó la Fundación Internacional para la Libertad. Tenemos toda una trayectoria.

“Ahora voy a tomar esta taza de té, si yo me concentro en sentir el gusto lo hago espiritualmente porque pongo toda mi conciencia en esto. Se trata de poner toda tu atención en lo que estás haciendo y ya le cambias el carácter a tu vida”

–La Fundación promueve un planteo político y ético. ¿Qué lo identifica de esos valores?

–Creo que la libre expresión es una base de los sistemas democráticos. Estoy muy en contra de las personas que quieren que todos piensen como ellos o que dictaminen: “Esta es la verdad” y que hay que parar ahí. Yo creo que los avances surgen justamente de comparar distintos matices, distintas posiciones y ahí es donde se tienen que lograr los consensos y tomar lo mejor de cada uno. En el arte, en la cultura, en la literatura es muy bueno que haya distintos tipos de expresiones. De hecho yo probablemente escriba de una manera muy diferente a la que escriben otros, toco temáticas diferentes a las de otros y creo que hay que respetar lo que uno elige. Hay que garantizar la libertad de prensa. Es algo que me parece que hay que apoyar en una cultura democrática.

–En la presentación de su libro contó valores aprendidos de su madre como “la cuestión de ponerse en el lugar del otro”. ¿Por qué eso fue una marca en su vida?

–Claro. Ella siempre lo planteaba. Por ejemplo, si dejaba la habitación desordenada, me decía: “Pero mirá si alguien entra en tu habitación y la encuentra así”, o que fuera ella quien entrara para buscar algo en el cuarto. También nos lo decía respecto a las personas que podían encargarse de la limpieza: “Traten de ponerse en lugar del otro y dejen todo ordenado, incluso si alguien te va a ayudar, pensá también en cómo lo dejás”. Se trataba de colaborar en lo posible. Ella nos decía que no nos creamos el centro de la atención o de la vida, sino que busquemos situarnos como otras personas que pueden vivir o ver las cosas diferentes. Y es muy bueno porque te ayuda a desarrollar mucha empatía, compasión, hacia personas que tienen otras situaciones. Me parece una lección muy grande para iniciar una vida espiritual y yo lo mencioné porque está también en la novela, hay que ponerse en lugar de cada personaje porque, si no, no sería creíble. Lo de ella es una enseñanza moral o un principio de desarrollo espiritual. Y poder vivir otra realidad, para la novela, es un ejercicio maravilloso.

–¿Cómo usó esa enseñanza en la escritura de su novela?

Morir lo necesario parte de hechos reales cercanos a mí y después hay una reflexión sutil sobre aspectos de nuestra vida. Está el tema de las adicciones de distinto tipo, porque hay adicciones a todo, no soló a sustancias: al teléfono, al sexo. Está la cuestión de la falta de aceptación familiar. La incomprensión del tema de las consecuencias humanas de la corrupción que se manifiestan a veces. Uno no las ve inmediatamente y sin embargo están y tienen consecuencias más largas en el tiempo que las económicas y son a veces más trágicas. Digamos, a veces alguien se lleva una cantidad de dinero y esto podría ser lo grave, pero cuando se ve que eso ha destruido vidas y vocaciones y esperanzas y motivaciones es mucho peor que la pérdida económica. Estas cosas están ahí en la novela y escribo elementos que tienen que ver más con la realidad cotidiana, incluso las pandemias. Es una novela bastante más real y muy concreta. El relato espiritual del joven Príncipe es un relato más interior. Los editores me estaban pidiendo algún otro libro porque tengo en muchos países editado El regreso del Joven Príncipe y después no tenía otro libro, sí los de poesía, pero los editores no editan poesía. Así fue que escribí las novelas.

El libro. Alejandro Roemmers y su último trabajo literario.

–Mencionaba a los primeros lectores de su texto…

–Tengo un grupito alrededor, incluso le mando a mi hermano mayor también, pero a este grupito yo se lo mando primero, como un testeo. Luego sigo, termino y ahí se lo mando a la editorial, y les pido que le llegue a tres lectores de cada sexo y distintas edades para ver un poco cómo lo entiende la gente, cómo lo recibe y, de hecho, la novela anterior la terminé un poco en base a comentarios que recibí. También en esta novela tuve algunas sugerencias que tomé y que hicieron que reordenara gran parte de la escritura del texto para que fuera más eficaz.

–¿Qué porcentaje de su vida empresarial incorpora a la narración en cuanto a los personajes o los sus acontecimientos que son el motor de su novela?

–Hasta ahora, poco. Es decir, no hice la novela donde se hable de la vida en la empresa, que podría. Me meto en campos que me puse a armar con la imaginación. La gente tiende a interpretar todo lo que uno escribe como biográfico. Piensan que eso es tu vida o que lo estás escribiendo por algo.

–La presentación de su novela tenía como título de fondo: “La nueva novela latinoamericana”, ¿en ese mapa, dónde ubica usted su producción?

–Me parece tiene más que ver con lo psicológico y con lo interior, con el desarrollo humano, espiritual de una persona. Tiene más que ver con el interior de las personas. Lo importante es que a determinadas personas les ocurren determinadas cosas y si algunos hubieran actuado distinto, las consecuencias hubieran sido distintas, diferentes. A eso alude. Por ejemplo, la madre Teresa de Calcuta decía: “Si cada uno barriera la puerta de su casa, tendríamos un mundo limpio”. Sería igual si cada uno tuviera una conducta un poco más ética, más amorosa, por decirlo en términos amplios, si nos damos más abrazos, nos ayudamos, somos más compasivos con los que están cerca, más atentos a las necesidades de otros y hacemos algo, aunque sea lo poquito que cada uno puede hacer, lo mínimo para que tengamos un mundo diferente.

“No es fácil ser el diferente, pero es un poco mi ley”

-¿Para eso escribe?

-Lo que escribo alude a cómo despertar conciencias. A veces mis amigos me dicen: ” para qué escribís, te metés en quilombos, te exponés”, yo les digo que concibo mi vida como una especie de catalizador. Me costó mucho, pero he logrado sentirme pleno y realizado en la vida, y muy feliz. Quiero lograr que todos puedan llegar a eso. Ayudar y despertar conciencias es el motor que me alienta y que me da felicidad. Estoy todo el tiempo ayudando desinteresadamente de alguna manera a alguien, a un grupo, ayudo a unos cultivos en África para que se desarrollen esos pueblos o a rescatar chicos en el Amazonas de las mafias que los venden para donación de órganos. Yo siento que esa es mi contribución. Soy un activista del amor: activar, activar el amor en las personas, ponerlo en marcha y que la gente empiece a cambiar. Por eso me gusta tanto San Francisco de Asís, porque con toda su humildad y sencillez Francisco lograba que las personas cambiaran y fueran un poquito mejores. Y eso es lo que me motiva a mí, tratar de cambiar y que las personas cambien un poco y sean un poco mejores. Todo lo que hacemos con conciencia es espiritual, desde comer o lavarte los dientes, se puede hacer espiritualmente si vos le pones toda la atención.

-¿Por ejemplo?

-Ahora voy a tomar esta taza de té, si yo me concentro en sentir el gusto lo hago espiritualmente porque pongo toda mi conciencia en esto. Se trata de poner toda tu atención en lo que estás haciendo y ya le cambias el carácter a tu vida, no es hacer algo diferente: es hacer las mismas cosas en forma diferente. Bueno, se plantea esto en la novela, un padre quiere darle una lección a un hijo dejándolo preso, pero logra lo contrario porque lo debió lograr con diálogo pero no dejándolo en una cárcel con delincuentes. Una experiencia tan traumática que después es muy difícil de resolver. En la novela. Miguel no se anima a hablar con su padre, su padre no se anima a plantear cosas y entonces todo queda ahí. Pero con amor se logra que el otro entienda el por qué; convencelo y fíjate si podés lograrlo, pero eso te requiere más tiempo, más energía. Estas pequeñas cosas hacen que se pueda lograr un resultado diferente.

–Su novela plantea la cuestión de los conflictos entre padres e hijos.

–Yo pienso que este libro lo pueden leer tanto padres como también jóvenes. ¿Cuántos jóvenes se dejan llevar por cosas para no perder el sentido de pertenencia a un grupo? Por ejemplo, cuando yo estaba en el colegio lo piola era fumar y yo no fumaba o tenía que haber visto determinado programa en la tele. Yo no tenía tele, entonces ya quedaba al margen. O no sabe de fútbol o no le interesa el fútbol. Son todas cosas que si no las manejás bien o no tenés un apoyo grande, hay que ver cómo resolver todos esos temas de marginación. También para crear conciencia de cómo pequeñas cosas sutiles tienen efecto: por no quedar fuera, por complacer al amigo, ¿dónde está el límite? Es un poco la temática de esta novela.

El Joven Príncipe es una forma de decir que se puede madurar y ser un adulto conservando muchas virtudes como las de seguir creyendo la gente”

–Perdón, acaba de decir que no tenía tele. ¿Los Roemmers no tenían tele?

No tuvimos tele hasta que cumplí 15 años. Como todo, todo tiene ventajas y desventajas. Mi papá, con muy buen criterio, sostenía que la radiación de la tele no solo te jorobaba la vista y todo, sino que también te hacía más pasivo porque sos espectador de una realidad que te dan medianamente resuelta, en cambio, si vos tenés que inventar tu entretenimiento, tu juego, tenés que ser creativo. A tu imaginación la tele le anula la imaginación. Entonces tenía mucha razón, yo me hice muy creativo. Me gustaba. Inventábamos juegos con mi hermano menor y nos divertíamos. También aprendimos a jugar al ajedrez. Pero, claro, cuando vas al colegio y vos no viste tal serie, quedás un poco fuera. Manejar eso tampoco es fácil, ser el diferente, pero es un poco mi ley. En mi vida siempre fui diferente en todo. No me considero normal en prácticamente nada. De hecho me llamaron de Harvard para entrevistarme porque no conocían casos de poetas exitosos, reconocidos, y que a su vez sean empresarios exitosos.

–Usted es prolífico en su obra poética.

–Mi primer libro publicado es Soñadores soñad, un libro de poemas que escribí entre los 15 y los 20 años y publiqué cuando era alumno de Administración de Empresas en la Universidad Católica Argentina, en Buenos Aires. Me acuerdo que estaba el rector de la Universidad, tres embajadores, fue una cosa muy fuerte. La gente preguntaba: “¿Para cuándo el próximo libro?” y de a poco hizo que me pudiera ir animando y seguir escribiendo. En 1999 escribí El regreso del Joven Príncipe. Mucha gente a mi alrededor me decía que quería entenderme, cómo podía ser que sea un empresario así. Hay un preconcepto, un prejuicio sobre los empresarios. Como si el empresario fuera un negociador frío, cuando yo soy un tipo cálido en la empresa. Dicen: “Nunca hablás de dinero, de negocios, te divierte jugar con tus amigos, te pones a la par de todos, juegan al truco, se ríen”. Y es cierto. Entonces un amigo me dijo que tenía que contar cómo era esto y dije: “Sí, es algo que podría contar” y ahí surgió.

-La historia de El Joven Príncipe...

-En vez de hacerlo autobiográfico lo podía enganchar con el libro del Principito, que me había afectado mucho cuando lo leí de chico, después lo volví a leer a eso de los 20 años, y es un libro que me marcó mucho. Yo soy el Principito que volvió y tenía que escribirlo de alguna manera porque voy a preservar el corazón puro, inocente del niño a pesar de todas las dificultades y sinsabores que me ponga la vida. Creo que de alguna manera lo logré porque siento que soy la misma persona: leo lo que escribí a los 14 años y hoy siento lo mismo. El Joven Príncipe es una forma de decir que se puede madurar y ser un adulto conservando muchas virtudes como las de seguir creyendo la gente, apostando, teniendo esperanzas, siendo optimista, teniendo utopías. No vale la pena vivir sin amor y sin tratar de de hacer todo el bien. Lo logré en mi forma de vivir hoy y cuando mis amigos leen el libro no lo ven como un invento mío, me dicen: “Este sos vos”.

 

Con sus perros. Amores de Alejandro Roemmers. (DucheZarate)

–El libro se hizo conocido en la Feria cuando se puso un stand para vender sólamente El regreso del Joven Príncipe, entonces el público se intrigaba. Fue una buena estrategia publicitaria, ¿fue idea suya?

–Sí, sí, para dar a conocer el libro. Yo nunca quise aprovecharme de una situación económica especial para sacar ventaja frente a otros escritores. No me presento a premios literarios donde hay premios en dinero, porque hay gente que necesita el dinero o que necesita que le publican su libro y le viene bien el premio y el reconocimiento. Y lo mismo pasa con un libro mío. Yo podría, si quisiera, gastar millones en promover un libro mío y nunca lo quise hacer. Creo que un libro se tiene que ir abriendo paso como si fuera el libro de otro escritor con lo que hace normalmente la editorial. Me permito pequeñas licencias, pero no son cosas proporcionales a lo que yo podría hacer. Tengo muchísimas herramientas, incluso por la empresa, para dar una difusión monumental y no lo hago tanto. Entonces me pareció que quería que el libro El regreso del Joven Príncipe estuviera presente ahí porque yo creo en ese mensaje, creo que el mensaje hace bien. Yo creo que la lectura del Joven Príncipe le debe haber hecho bien a muchas personas, tengo muchos testimonios y cartas.

–Contó que no se presenta a concursos que impliquen dinero en los premios y, en la presentación, María Rosa Lojo dijo que usted era un mecenas de poetas. ¿Cómo funciona ese rol?

–Yo soy presidente de la Fundación Argentina para la Poesía. Antes me mandaban personas y yo los ayudaba a editar los libros. Después pensé que era mejor que tuviera que ver con el mérito y los valores de la obra. Dije: “Hagamos cada año concursos de poetas jóvenes, de poetas inéditos, de lo que sea y a los ganadores los editamos, yo pongo el dinero para eso”.

–Alejandro Vaccaro, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) dijo hace un tiempo que usted debería ser nominado al Premio Nobel de Literatura en representación de la Argentina. ¿Qué opina de esa postulación?

–Mirá, si ocurriera, obviamente el dinero del premio lo destinaría a una buena causa, como estoy donando los ingresos de estos libros. Los ingresos de Morir lo necesario van el 100 por ciento a Unicef Argentina y en España a Médicos sin Fronteras. Todo siempre va donado a alguna entidad. En El regreso del Joven Príncipe donaba a a Pequeño Deseo, que es una especie de “Make a wish” para chicos que tienen enfermedades. Es decir, aún si yo hago que el libro se venda más, no es para ganar más yo, sino para donar más y para difundir un mensaje. Lo del Nobel obviamente sería un honor grande, pero yo lo que le veo es que me comprometería más con las causas que hago de bien. Cuando haga algo, diga algo, tal vez la gente a lo mejor presta un poco más de atención que si habla un desconocido. No tengo un ego que quiera un reconocimiento porque sí. Creo que si sirve a una buena causa, bienvenido. Si Vaccaro lo dijo y lo cree, será una convicción de él. Lo que sí es cierto es que hay muy pocos escritores que hayan incursionado en tanto géneros: tengo poesía, tengo novela, tengo una obra de teatro musical. Había escrito teatro no musical, pero no lo representamos, me gusta mucho el teatro. Escribí textos para una sinfonía, es decir, compuse el musical Franciscus pero también soy compositor de los textos de la Sinfonía Argentina que tuvo un éxito enorme en la República Checa, en Alemania, este año la van a dar en España por los 500 años de la primera vuelta al mundo. Entonces no hay tantos escritores que, como yo, hayan escrito en tantos géneros. Y todo lo que escribí de alguna manera está alentado por un aliento de amor y de luz, de arrojar luz sobre este mundo, de la conciencia. Si se destacara la obra me gustaría sobre todo porque ese mensaje podría llegar a más personas.

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